Todo empezó sin que nos diéramos cuenta. De hecho, al principio fue divertido. Un robo-bicho, jajaja, mira qué gracioso, mira cómo gira sobre el parqué. Veíamos a los niños felices y nosotros lo fuimos también.
Hubo quien nos advirtió: no sabéis con lo que estáis jugando. No les hicimos caso: ¡era tan divertido!
Ya no hay vuelta atrás. Poco a poco, se han hecho con el control. Empezaron haciéndose con una ficha o dos, inadvertidos. Eran simples e inofensivos. Algunos eran educativos y nuestros hijos aprendían mucho con ellos. Qué orgullo sentíamos. Pero enseguida dejaron de conformarse con eso.
Son listos, son rápidos, su energía parece inagotable… Los robots han tomado posiciones y no quieren negociar. Sus cañones apuntan hacia nuestras oficinas, por las noches sobrevuelan nuestras casas para no dejarnos dormir. Nos acosan por mar y también por tierra.
No sé cuánto aguantaremos, no tenemos esperanzas.